Has decidido sacarte el carné de conducir. Ya conoces las normas básicas y llega el momento de aprender a conducir. El profesor te acompaña al coche de prácticas, tú te acomodas en tu asiento y esperas que se ponga al volante para poder observar cómo conduce. Es un experto así que, después de dos cambios de carril, tres semáforos, cuatro rotondas y un aparcamiento en pendiente, te vas para casa con la sensación de que eso de conducir no parece tan difícil.
Como el precio que has pagado incluye 15 clases, la semana siguiente repites el ritual. Después de algunas clases te sientes cada vez más confiado en tu asiento, así que de vez en cuando hasta te atreves a sacar el móvil y tuitear mientras el profesor conduce.
Unos pocos días más y empieza a darte pereza ir a clase, así que decides saltártela para hacer algo más divertido. Ya le preguntarás al compañero de atrás por dónde ha conducido el profe. Además ya tienes toda la teoría en el libro, así que no será para tanto.
Las semanas pasan y las clases se acaban. Faltan sólo unos días para el examen cuando empiezas a pensar que vas a tener que ponerte a conducir tú. Rescatas el libro de alguna estantería y le echas un vistazo, pero tanta teoría te abruma y no crees que te dé tiempo a leerlo todo, así que decides ir al grano y centrarte en la práctica sin repasar la teoría.
Preguntas a alguno de tus compañeros de clases, pero están más o menos igual que tú y decides pedir ayuda a un amigo que aprobó el año pasado. Te lleva con él en el coche un par de veces, incluso te deja conducir un rato por algún tramo fácil y cerrado al tráfico, pero no te da tiempo a mucho más.
El día del examen caminas nervioso hacia el coche de prácticas. Esta vez te tienes que sentar en el asiento del conductor. El examinador te pide que arranques y… antes de un par de minutos ya te has chocado con la realidad. No sabes conducir.
¿Cómo dices? ¿Que a nadie se le ocurriría hacer algo así? Prueba a leerlo otra vez, pero cambiando clases de conducir por clases de matemáticas (o de cualquier otra cosa). ¿Sigues pensando que es de locos? Desde luego es un buen ejemplo de cómo no estudiar matemáticas (o lo que sea) pero, por desgracia, es lo que hacen muchos alumnos y algunos profesores, incluso en la universidad, sin darse cuenta de que el profesor puede ayudarte mientras practicas, corrigiendo errores y resolviendo dudas pero, como dice el título de la entrada, no puede conducir por ti.
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Imagen: CowCopTim en Flickr.
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Para saber más:
Cada inicio de cuatrimestre uso este ejemplo para intentar que mis alumnos entiendan la importancia de que intenten resolver ellos mismos los problemas. Sólo con que sirva para que alguien, en alguna parte, intente hacer las cosas de otra manera, ya habrá merecido la pena contarlo aquí.
Si te interesa saber más sobre educación y matemáticas, te recomiendo el blog Más ideas, menos cuentas.
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